Conclusiones de un clásico pálido

Terminó el clásico y la conclusión que queda es que no lo quisimos ganar porque para los números de la temporada servía no perder; quizá si la fortuna hubiera hecho concluir en gol el contragolpe de Urretaviscaya el partido hubiera tenido un desenlace igual al de los doce partidos anteriores y hoy en vez de marcar disconformidad estaríamos celebrando la obtención de la Tabla Anual.

Claro, también esa es otra de las cosas que el hincha deduce luego de 90 minutos de apatía, con un poquito más la historia era diferente, con enchufarse otro rato bastaba.

¿Qué vimos en la cancha?, Pocas incursiones de Martinuccio que tuvieron productividad exclusiva en la generación de tiros de esquina que luego Pacheco, ocupado en aplaudir a la hinchada, desaprovechaba una vez tras otra. Un Ramírez nublado que sintió la marca de los volantes rivales, que con rudeza y golpes en dosis similares lograron impedir la tarea de los dos hombres de creación del mediocampo Carbonero.

Lo dijimosh eh (?) en la previa: “Los clásicos suelen ser batallas deportivas y no son partidos carentes de sanciones arbitrales trascendentales, por esto la insistencia de los hombres de avanzada puede provocar, ante las características de la defensa rival, no solo situaciones de peligro sino también amonestaciones que condicionen el accionar en sucesivas jugadas.”  con un arbitraje más estricto o, simplemente con un buen arbitraje, el partido terminaba con varios pelados menos en el campo de juego y también esto incidiría en el encuentro.

Los defensas cumplieron su gestión concentrados plenamente en funciones de marca y, si bien nunca fueron los adalides de la prolijidad, relegaron cualquier tipo de sutileza buscando minimizar las complicaciones.

En el segundo tiempo el procedimiento equivocado, lluvia de pelotas a hombres de ataque de escasa estatura y pocas luces para generar peligro mediante remates de media distancia, el único que recuerdo lo tuvo Arévalo Ríos avanzado ya el complemento.

Cuando estuvo Alonso la pelota llegaba en forma de pelotazos largos y tuvo que acercarse a las bandas para recibir pases prolijos, cuando esto sucedía lamentamos que no fuera el argentino el que pudiera continuar los avances con explosión; era como tener a Darío de puntero.

Tan solo veinte minutos del estilo futbolístico que nos ha otorgado el éxito en el Clausura provocaron algo de desilusión; como contraparte, y vista la austeridad del rival, esos pocos pasajes pudieron ser suficientes para conseguir la victoria.

Un empate que deja una gran interrogante sobre lo que sucederá el 5 de Mayo… en ese partido el empate no sirve.